Corría el año 1985 y la gran figura del ciclismo español, Perico Delgado, afrontaba el Tour de Francia con la aureola de vencedor de una inolvidable edición de la Vuelta a España. En las ediciones anteriores en las que el segoviano había participado en la carrera francesa, se había creado una relación amor/odio entre ambos que, pese a todo, todavía no había fructificado en una victoria de etapa para aquel. No me entretendré en relatar una etapa épica, en lo que a la táctica del Seat-Orbea se refiere, culminando con la anhelada victoria de su jefe de filas. Pero permítanme recordarles la imagen de Pedro Delgado emergiendo de la niebla, luego de sortear las innumerables curvas que le encumbraron como vencedor en Luz-Ardiden, con el colombiano Herrera piándole los talones en un agónico final. Pues bien, qué mejor manera para un globero “periquista” que estrenar su palmarés en Luz-Ardiden con la niebla como atrezo de un escenario mítico.
Y es que las previsiones meteorológicas a lo largo de la semana no eran en absoluto halagüeñas. Todas hacían presagiar que la lluvia iba a ser, en mayor o menor medida, la protagonista de la cuarta edición de la “Carajillada Pirenaica”. Tal circunstancia, unida a obligaciones laborales, vacacionales y religiosas, influyó sobremanera en que la concurrencia no fuera tan numerosa como el año pasado. Pero el fiel lector es perfecto conocedor de que en El Carajillo Alegre prima la calidad sobre la cantidad a la hora de reunir parroquianos. A media que se acercaba el día de la esperada cita, la posibilidad de anular el evento iba tomando cada vez más fuerza, a la par que aumentaba el número de bajas. La duda comenzaba a planear incluso sobre los más valientes. Mas es justo reconocer lo firme del carácter montañés, cuando de desafiar a los elementos se trata, y destacar la decidida afirmación del jacetano Santi: “Se va haga el tiempo que haga y, una vez allí, se ve si se sale o no se sale”. Elemental a la par que arriesgado. En fin, siempre podríamos vanagloriarnos de meternos más de tres horas de viaje entre pecho y espalda para bebernos una jarrica de cerveza francesa, mientras degustamos un delicioso “fromage” del país.
Así las cosas, media docena de, no se sabe a ciencia cierta, valientes o insensatos, nos dirigimos a Pierrefitte-Nestalas para dar cuenta de la “IV Carajillada Pirenaica” organizada una vez más por Enjoy Cycling Events. En esta ocasión, variamos la tradicional ruta que incluía el imprescindible Tourmalet y las dos vertientes de Aspin desde Arreau por otra que, tras rendir culto al coloso francés por la vertiente de Barèges, culminaba con la ascensión a Luz-Ardiden. Puerto éste que todavía no figuraba en el palmarés de varios carajillos.
Acertada decisión la de hacer caso a un experto en el comportamiento del clima pirenaico, pues gozamos de unas condiciones meteorológicas que ni el más optimista de nosotros podría haber previsto, máxime teniendo en cuenta la cantidad de litros de lluvia que nos cayeron durante el viaje nada más cruzar la frontera hacia las Galias. Y lo mejor de todo: nuestras queridas bicicletas acabaron la ruta sin mácula alguna. Las únicas gotas que mojaron sus tubos de carbono fueron las de nuestro sudor.
Carlicos y Santi “el montañés” por Barèges.
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Barèges, en plena ascensión al Tourmalet, es atravesado por esta rampita la mar de “graciosa”.
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“¿Dime?. ¿Que quieres que te haga una foto?”.
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“Sí, sí. ¿Así salgo bien?”.
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“¡Ala!. Ya tienes tu fotico, globerete. Me voy p’arrriba”.
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Rafael en los últimos metros del Tourmalet.
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En ocasiones, la carica es el fiel reflejo del alma.
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Comenzamos la subida a Luz-Ardiden.
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Jorge “el Maño”. Todo un experto en puertos pirenaicos franceses. |
Una vez finalizada la carajillada, disfrutamos del buffet libre que nos preparó la Organización en este restaurante con tan maravillosas vistas.
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