De
los creadores de “Dos globeros muy globeros”, “No me ataques, que no te sigo” o
la famosa saga “Demarra como puedas”, presentamos “Laberouat: La subida que me
achuchó”.
De
un tiempo a esta parte, se ha convertido en una de las dificultades montañosas
más en boca de los bicicleteros, por lo menos por estos lares. La ascensión a
Laberouat despierta la curiosidad de los amantes de sufrir en rampas de
vertiginosos porcentajes. La subida comienza en el desvío a la localidad gala
de Lescún, en la vertiente gala del Somport, y apenas ofrece algún respiro
hasta donde termina el asfalto y, con él, la exigente ascensión en cuestión.
Cerca de diez kilómetros al 9%, salpicado de violentas rampas, con dos
kilómetros finales donde la inclinación del pavimento alcanza un ángulo más que
considerable.
Llevaba
un tiempo Rubén “Lenguagato” intentando engañar a Felis con el fin de embarcarle
en una de sus “pilotadas pirenaicas”. Como quiera que había advertido algún
signo de debilidad en éste al conseguir inscribirlo en la próxima Larra-Larrau,
el de San Mateo vio claras posibilidades de repetir la operación con éxito y a
fe que lo consiguió. Y es que Felis se está haciendo mayor y sucumbe, cada vez
con una preocupante mayor frecuencia, a los cantos de sirena de ciertos “estalentaos
bicicleteros”.
Salida
fresquita desde la localidad altoaragonesa de Villanua e inmediatamente procede
ascender al Summum Portus en paz y compaña. Rubén propone a Felis volver sobre
sus pasos e ir a hacer barranquismo. Está claro que “Lenguagato” no tiene
muchas ganas, pero lamentablemente su compañero de aventura no anda sobrado
como para hacerle un préstamo de tan preciado bien. Poco a poco la cosa va
cambiando favorablemente y, gracias seguramente al sobrecogedor paisaje
pirenaico, el ánimo va creciendo a medida que la pareja se acerca al temible
plato principal de la jornada.
Sin
duda, el precioso entorno que rodea la ascensión a Laberouat hace más llevadero
el rigor de la subida. Felis, desconocedor de la misma, sube con prudencia, expectante
ante cualquier emboscada que pudiera aguardar a la vuelta de alguna de las innumerables
curvas de herradura que jalonan la subida. La dureza se acumula, pero en su
cabeza retumban unas palabras de Rubén advirtiendo que “lo más duro está al
llegar a un paso canadiense” y todavía no ha alcanzado dicho hito. Justo en el
momento en el que la carretera se adentra en la espesura del bosque aumentando
su inclinación, aparece ante sus ojos el dichoso paso canadiense en todo su
esplendor y constata, muy a su pesar, que su compañero no ha exagerado ni un
ápice en cuanto a la dureza del tramo en cuestión. Dicha dificultad se ve
agravada por el obstáculo de un rebaño ovino que ocupa la totalidad de la vía.
Felis, entre los estertores propios del sublime esfuerzo, hace honor a su
sobrenombre de “Gritón” y logra que los animales se vayan apartando al más puro
estilo pastoril. El ir adelantando a los cuadrúpedos por su izquierda, no cabe
duda que levanta la moral del ciclista en un lance en el que el velocímetro de
la bicicleta no alcanza los dos dígitos. Sin embargo, la sensación es efímera,
pues el pelotón lanar se parte en dos y nuestro protagonista observa impotente
como algunas de las rezagadas, merced a un potente demarraje, alcanzan el primer
grupo sin aparente dificultad.
Aquí tenemos a Rubén coronando Laberouat. ¡Qué sufrimiento!, ¿eh, Pedro?, ¡qué sufrimiento!. ¡Cuánta fatiga!. ¡Qué deporte más duro!, ¿eh, Pedro?, ¡qué deporte más duro!. |
El viaje de vuelta, con la obligada ascensión al interminable Somport, sirvió para constatar las nulas dotes meteorológicas de Rubén tras vaticinar que gozarían de la ayuda del viento durante la subida. Bien es cierto que matemáticamente gozaba de un cincuenta por ciento de posibilidades de acertar, pero en esta ocasión no hubo suerte. La oposición del aire frontal era tal que Felis no dudó en reprocharle sus habilidades como oráculo cada pocos minutos durante toda la ascensión.
Tipical Cycling Frikiphoto. |