Sábado por la tarde en plena canícula de Agosto. Mientras la casi totalidad de la Humanidad combate los rigores estivales mojando la tripica bien en agua dulce bien en agua salada, los carajillos más veteranos no tienen mejor ocurrencia que irse a correr una carrerica de bicis en horario taurino.
El río Noguera Ribagorzana acaricia los pies de Ivars. Localidad ilerdense cuyo abigarrado caserío se yergue sobre un altozano. Dicho desnivel, el que separa agua y humanos, es el que hay que salvar en innumerables ocasiones durante el discurso de una de las clásicas catalanas por excelencia: el Trofeo Vila d’Ivars de Noguera, carrera open que en esta ocasión celebraba su vigésima segunda edición. Allí acudieron Rubén “Carajillín”, Carlicos y Felis. Sólo arrancar el vehículo que les llevaría a Ivars, tuvo lugar un hecho que pasará a los anales de la historia de El Carajillo Alegre: Rubén se convertía en el único carajillo que ha repetido experiencia junto a Felis en esta carrera. No pocos han sido los que han acompañado al “Gritón”, pero ninguno hasta ahora había vuelto. Bien es cierto que en un principio la gesta iba a ser compartida con el otro Rubén, el “Lenguagato”, pero a última hora éste decidió que la cita no se ajustaba correctamente a la preparación específica pormenorizada que está llevando de cara a próximos compromisos agonísticos de … … … vamos, que se rajó.
En lo referente a los puramente deportivo, destacar que el trío carajillil logró incrustarse entre los quince primeros de la clasificación. Lo cual, dado el nivel de los contrincantes presentes, no es cuestión baladí. Felis llegó en cuarta posición, luego de luchar durante toda la carrera en el grupo perseguidor del vencedor, Joan Font, compuesto íntegramente por élites. Dicho puesto le valdría para adjudicarse la clasificación de “cuarentas”. Carlicos sufrió una pequeña crisis, entró brevemente en recesión, pero logró ver brotes verdes, este sí, y se rehizo hasta alcanzar una meritoria séptima plaza, siendo el mejor treintañero de la carrera. Rubén, a su marchica, tras asimilar la preparación específica acumulada durante sus reciente vacaciones, se acopló en lo que podríamos llamar el pelotón y acabó el décimo quinto. Sólo llegar a meta, declaró a la prensa allí presente: “Iba bien, eh!”.
Antes de dar por concluida esta humilde reseña sobre lo acontecido el pasado sábado, me gustaría llamar la atención del amable lector sobre la imagen que encabeza la misma. En ella se aprecia la diferencia entre lo humano y lo divino. Mientras Carlicos y Felis se deleitan con los oropeles de los valiosísimos trofeos con los que fueron agasajados por sus victorias en sus respectivas categorías, Rubén sucumbe ante la debilidad de la carne y lo efímero de la materia orgánica, magra ella, acompañada del preceptivo pan con tomate.
Nota de El Carajillo Alegre: Esta institución hace saber a quien interese, y a quien no también, que en esta ocasión se ha mostrado inflexible ante situaciones de egoísmo extremo de algunos de sus acólitos que no han tenido a bien compartir las ofrendas porcinas con las que han sido obsequiados en determinadas competiciones ciclistas. Así las cosas, en esta ocasión, el testimonio magro que acompaña estas líneas sirva para dar fe del compromiso de que será devorado en comandita por toda la caterva carajillil.