Quinta edición de la carrera master de Fitero que se celebra en honor a San Raimundo, quien fuera primer abad del espléndido monasterio cisterciense que ornamenta esta localidad Navarra. Los peores augurios que hacían referencia al viento y la lluvia, amén de tercos termómetros obstinados en no elevar el mercurio más allá de unas cuantas rayitas, se cumplieron. Mañana que invitaba a todo menos a correr con la bicicleta. Si bien, el azote del viento impidió que las cenicientas nubes descargasen profusamente sobre los ciclistas allí reunidos su líquido equipaje. Ciclistas que en gran número se prestaron a competir en una jornada que, precisamente por las condiciones meteorológicas y la afluencia de participantes, se presumía como especialmente peligrosa y proclive a las caídas. Y a fe que no fueron pocas, algunas de ellas con lamentables consecuencias para sus desafortunados protagonistas, entre los que citaremos a Pablo Izal y Teo Casabal, no sin antes desearles una pronta recuperación.
Aludiendo al argot ciclista, el menú del pasado domingo se componía, casi de forma monográfica, de cuneta como principal ingrediente. La velocidad de los grupos, flagelados por el viento, desintegró el originario pelotón compuesto por dos centurias de bicicleteros que rezaban por no caerse y luchaban por no cortarse, al igual que otrora hicieran los calatravos, aquellos monjes-soldados o soldados-monjes cuya orden fundó San Raimundo en el siglo XII, “monjes de cuerpo entero, soldados de pelo en pecho”.
Como es habitual en este espacio cibernético, no glosaremos crónica alguna sobre la disputa ciclista que nos ocupa. Para ello, el lector podrá encontrar varios blogs o foros al uso, pudiendo recopilar tantas carreras como protagonistas de las mismas y observar como algunas difieren tanto que en ocasiones se antoja harto difícil colegir que se trata de la misma competición en todos los casos.