Comenzaba el fin de semana con negros nubarrones, en el sentido más literal de la expresión, lo cual desaconsejaba a los carajillos “aquófobos” cualquier coqueteo con la práctica activa del ciclismo. La grandeza de todo colectivo se mide, entre otras cosas, por la heterogeneidad de sus componentes y, así, no toda la carajillada se arredra ante unas cuantas gotas de líquido elemento, máxime cuando se trata de medirse con un dorsal a la espalda.
Los carajillos más mayorcicos, en su mayoría, optaron por mantenerse secos durante la tarde del sábado, mientras el ímpetu propio de la juventud empujaba a los más bisoños a tomar parte en una nueva edición del Memorial Mariano Cabrero en Huesca. Aquellos tenían la carrera de veteranos de Tafalla para saciar su apetito de competición.
El invierno ha tenido, para los hermanos Tamayo, la misma tonalidad que el cielo que cubría las cabezas de los participantes de la carrera oscense. Preparar una temporada con la incertidumbre sobre el más inmediato futuro profesional y el devenir de unas carreras deportivas que apenas comienza en el caso de Sebas y que ha logrado consolidarse en el de Diego, supone un esfuerzo mental que, sólo aquellos que han estado a su lado, pueden intuir. Kilómetros y kilómetros, horas y horas, de entrenamiento sin la ilusión de saber si van a servir para algo, si tendrán una rentabilidad dentro del pelotón profesional, constituye una prueba de tenacidad y sacrificio difícil de superar día a día. Familia y amigos, en la medida de las posibilidades, han contribuido a que el ánimo y la esperanza no se difuminaran ante una realidad que se obstinaba en racanear noticias alentadoras. Es por ello, que para los que nos incluimos entre éstos, así como para los organizadores, la presencia de Sebas y Diego Tamayo en el Memorial Cabrero era un honor y un motivo de orgullo, por tratarse de una manera de pasar una tarde haciendo lo que más les gusta: correr en bicicleta. Una manera de celebrar el estreno de sus recién expedidas licencias que les permiten tener un hueco en el pelotón profesional, aunque sea de manera “continental”. Lejos quedaba intención alguna de disputar o ganar la carrera, tan sólo un malentendido, impidió que Diego entrase de la mano de otro ilustre carajillo, su amigo Dani. Bien pudiera antojarse controvertida la decisión de los hermanos Tamayo de participar en esta carrera, pero mientras el Reglamento lo permita, todos los argumentos contrarios son subjetivos. Y es que los reglamentos ciclistas permiten otras muchas cosas, que de una manera flagrante, atentan contra la lógica establecida y, sin embargo, se admiten por conveniencia de los intereses de turno.
Podio del Memorial Cabrero.
Llegada del Memorial Cabrero. Diego ve que viene Dani por detrás y frena. Obsérvese como, en el detalle de la imagen inferior, la rueda trasera de Diego derrapa. A tenor de esta imagen, parece que gana el de Barbastro.