Confiaba en
su tejido adiposo. Aquel que le había permitido salir indemne de la épica
batalla de Gorráiz. En aquella ocasión, mientras sus rivales
caían cercenados por el frío y la lluvia, él columbraba a través de
las gotas de agua que rielaban en la pantalla de sus gafas, los
vetustos sillares que conforman las paredes del castillo-palacio que corona
aquel altozano que domina el caserío pamplonés. Una vez en meta pensó que
quizás debería haber sido más osado en su empeño, pues su musculatura se le antojaba
menos maltrecha que la de aquellos que le habían acompañado en la recién
finalizada pugna. Tres semanas más tarde, cuando los vaticinios
meteorológicos desaconsejaban tomar parte en la contienda que iba a tener
lugar en la turolense plaza de Cella, recordaba su suerte en la hazaña vivida
por tierras navarras, anteriormente referida, y hacía oídos sordos a
los lastimeros lamentos de sus amigos carajillos
que imploraban no participar, mientras esgrimiendo una afilada
sonrisa se regodeaba convencido de que era un ciclista especialmente dotado
para competir bajo el azote del frío, la lluvia, la nieve o cualquier otra
gélida adversidad climática que el destino bicicletero le pudiera deparar.
Ahora estaba allí, presto para otra dura batalla, rodeado de unos pocos
valientes que se refugiaban entre los estrechos callejones de la localidad de
Cella. Rubén “Carajillín” confiaba en su tejido adiposo.
Y a fe que
tenía motivos para ello, pues apenas comenzada la carrera, tras un infernal
comienzo de la misma, se despojó de la compañía del escuálido pelotón con la complicidad de
Paules y el resto de carajillos presentes ya no le vieron el sillín hasta que
rindieron viaje en la localidad de la que habían partido al principio de la
tarde del pasado sábado. Apenas cuatro carajillos tuvieron el escaso talento necesario
para tomar parte en dicha competición, denominada XI Memorial Olegario
Gali, dadas las previsiones meteorológicas y la nevada que en ocasiones
padecieron durante el trayecto que separa la capital de Aragón de Cella.
Justo es decir que una vez allí, pudieron constatar como las amenazadoras nubes
concedían una voluble tregua a costa de un inclemente y gélido viento. Como no
podía ser de otra manera, durante la incursión de la carrera por los Pinares de
Rodeno, la nieve acompañó en determinados tramos a los ciclistas. Rubén logró una
notable séptima plaza, luego de ir escapado toda la carrera, mientras que
Gerardo y Felis subieron al podio de sus respectivas categorías. Carlicos está
muy fino y eso le penalizó en tan fría tarde, pese a lo cual logró salvar los
muebles.
Al día
siguiente, a las faldas del legendario castillo templario de Monzón, tendría
lugar la tercera edición del Trofeo Máster Ciudad de Monzón. En esta jornada
dominical, la caterva carajillil celebró la reaparición de Rubén “Lenguagato”
tras su convalecencia provocada por la rotura de una de sus costillas en el
pasado Memorial Oscar Llanos. También, animados por un clima más benevolente
que el de la jornada anterior, se acercaron Toño y Dani a la localidad oscense.
Toño con la sana ambición de menearse algo más en carrera, para mayor regocijo
de sus incondicionales seguidores. Carrera muy rápida, seguramente por el afán
de los casi ciento cincuenta participantes por terminar pronto y no perderse la
retransmisión de la París-Roubaix que la cadena de televisión que mantenemos
con nuestros impuestos, a la sazón Teledeporte, tuvo a bien insertar entre
partido y partido de tenis. La comitiva carajillil obtuvo el botín en forma de
podio merced al segundo puesto en su categoría de Gerardo, pese a no colocarse
convenientemente en el sprint masivo del pelotón al perder la rueda de Felis
que en esta ocasión hacía las veces de lanzador de tan experimentado
velocista. El propio Gerardo y Carlicos subieron a recoger el maillot que les
acredita como líderes de la Copa Aragón Máster. Por los demás, como siempre,
correr una carrera de bicicletas en Monzón siempre constituye una buena escusa
para reencuentros con caras amigas.
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