Nos las prometíamos muy felices unas semanas atrás ante la perspectiva del periodo vacacional que tiene lugar con ocasión de la celebración de la Semana Santa. Cuatro días de fiesta en los que saciar el “ansia viva bicicletera” que invade a la fauna carajillil. Unos en el litoral mediterráneo y otros en al Pirineo Aragonés, dispuestos a gastar cubierta con la escusa de ultimar la puesta a punto de la forma física, pero con un fin sustancial que no es otro que disfrutar de la bici. Decimos que nos las prometíamos felices, porque nada hacía imaginar los días previos a la semana en cuestión, donde los más atrevidos ya rodaban con los brazos y piernas expuestos al Sol, que el clima se iba a tornar adverso a nuestros intereses deportivos.
Y es que según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), el pasado mes de Marzo fue más cálido de lo normal, con una temperatura media de 11,6 grados centígrados, es decir un grado por encima del valor medio normal para este mes. Además, ha sido más seco de lo habitual en la mayor parte de España, ya que la media de precipitaciones fue de 24 litros por metro cuadrado, lo que aproximadamente representa la mitad de lo normal y convierten a este periodo en el más seco desde 1997. Concretamente, las temperaturas medias mensuales superaron anomalías positivas superiores a 2 grados centígrados en el norte de Aragón y estuvieron entre 1 y 2 grados centígrados positivos por encima de lo normal en el resto de la mitad norte peninsular. Pero Abril quiso hacer honor a todos esos refranes que le relacionan con la lluvia y el descenso de temperaturas hico el resto para regalarnos una buena nevadota que, dicho sea de paso, buena falta hacía por estos lares.
Así las cosas, la carajillada montañesa, dividida en el “Comando Jaca” y el “Comando Villanúa”, vio como los días de asueto iban pasando y, dada la complicada meteorología, las bicicletas apenas se movían. Viernes Santo parecía el día señalado para ir haciendo acopio de subidas pirenaicas, pero amaneció lloviendo. Intercambio de llamadas para confirmar lo evidente: se suspende la misión. Máxime si, como fue el caso de Gerardo, el interlocutor responde en posición horizontal desde la cama. No obstante, éste aún tuvo arrestos para hacer dos kilómetros de calidad bajo la lluvia. Los que separan, ida y vuelta, su casa del bar donde le había citado Enrique Serrano en un acceso de la anteriormente citada “ansia viva bicicletera” que fue ahogada en una cervezica a modo de vermut. Horas después, una inesperada nevada cubrió las carreteras altoaragonesas y, con ellas, las remotas opciones de salir en bici. Fue tal la nevada, que las televisiones en Villanúa dejaron de emitir su programación. Quizá por el aburrimiento que ello provoca y no tener a mano un buen libro, Carlicos no tuvo una idea mejor que llamar a Felis para, una vez que había dejado de nevar, invitarle a, literalmente, “pisar nieve con el tractor de montamblás”. Felis que sí tenía un buen libro a mano con el que matar el aburrimiento, incapaz de diversificar el rendimiento de su neurona para cerrar el libro y contestar coherentemente a su amigo a la vez, no se le ocurrió otra cosa que aceptar el reto. El resto de la historia lo dejamos a la imaginación del amable lector.
Sábado Santo amaneció frío, pero despejado y lo que iba a ser una incursión en “Cucurucholand, el Parque Temático de los Cucuruchos”, acabó siendo un viaje a Urdos (la France) con el objetivo de degustar un caliente y reconfortante té. Una lástima, habida cuenta que las “hordas Kalpelmuurienses” se adentraron por el terreno anteriormente referido con el fin de darnos nuestro merecido.
Estaba escrito que nuestro destino iba a ser esquivo con las rampas de Lizara, Borau y demás poblaciones que jalonan la Ruta de los Cucuruchos, pues el Domingo de Resurrección también cambiamos nuestros planes a última hora para disfrutar de las más templadas y soleadas carreteras del Sudoroel.