sábado, 13 de diciembre de 2008

Golfas

Todos hemos oído hablar de ellas y muchos sucumbido a sus encantos, al placer de flirtear atraídos por el morbo de lo prohibido. Clandestinas mancebas que llenan las ausencias de las otras, decentes y legales, reconocidas por la sociedad y de cuyas galanterías podemos ostentar en público. Buscamos en ellas lo que nos niegan en el lecho federativo. Nos sacian ofreciendo secretos amartelamientos que sólo con la competición satisfacemos.

Carreras golfas, el modo de competición más antiguo del mundo, con las que en mayor o menor medida, raro es el ciclista que no ha cohabitado en alguna ocasión. Competiciones que vienen a ocupar el programa deportivo que en ocasiones, no pretende alcanzar mayor boato que el de una carrera de bicicletas en sí. La simplicidad organizativa, huérfana de obligaciones burocráticas, y el ahorro económico, son, sin duda, los principales motivos que llevan a organizar este tipo de pruebas. Por ello, son carreras con una limitada, por no decir nula, repercusión en cuanto al resultado de las mismas.

Algunas nacieron con un espíritu meramente popular y otras con el objetivo de llenar un vacío competitivo, pero sin tener que rendir cuentas a la federación. Normalmente, solían tener lugar dentro del programa de festejos de los pueblos y la participación solía ser muy reducida, dada la poca publicidad que se les concedía. De esta manera, el ciclista autóctono tenía muchas opciones de hacerse con la victoria, con todos los predicamentos, ante sus paisanos.

En la actualidad, todavía existen de forma más o menos subrepticia. Si bien, el tráfico de información de internet, posibilita el conocimiento de muchas de ellas.

Desde siempre les ha rodeado un halo furtivo. Por cuanto han sido perseguidas por entes federativos que veían en ellas competiciones ajenas a su ámbito, argumentando posibles problemas derivados de permisos y seguros. Decían, no sé si con razón o sin ella, que si te pillaban corriendo una carrera golfa, también llamada pirata, te podían retirar la licencia federativa. Es por ello que en tiempos, estaba mal considerado tomar parte en ellas. Si bien, como ha pasado con la participación/disputa de cicloturistas, el sentir general de la sociedad ciclista también ha cambiado en este caso. Incluso lo que antaño se antojaba una paradoja: que equipos amateur disputasen este tipo de pruebas con todos sus mejores efectivos, hoy es algo perfectamente aceptable y para nada inusitado.

Como se puede observar, hoy en día, cualquier manifestación ciclista, sea del tipo que sea, es un motivo más que óptimo para dar rienda suelta a nuestro afán agonístico y una oportunidad ideal para ver en acción a lo más granado de la pléyade de nuestro deporte. Sin ir más lejos, no se pierdan el próximo Campeonato del Mundo de Rodillo que voy a protagonizar mañana en mi trastero si se cumplen las previsiones meteorológicas. Seguro que El Carajillo Alegre estará encantado, si se lo pido, de desplegar una vasta cobertura del evento en la red de redes, para mayor ostentación de mi gesta.