Cayo Julio César (100-44 a. C.) es, sin duda, uno de los emperadores romanos más afamados de la historia. Al poco tiempo de ser ungido emperador, se divorció de su esposa Pompeya. El motivo: la asistencia de ésta a una saturnalia. Para quien no sepa qué es una saturnalia, les diré que se trata de una suerte de orgía sexual que se permitían, de vez en cuando, las damas de mayor alcurnia de la antigua Roma. En defensa de Pompeya, las más conspicuas matronas del patriciado romano intercedieron ante el César para que revocara su decisión, argumentando que la primera dama no había cometido acto deshonesto alguno, limitándose a ser mera espectadora de la bacanal. Ante lo cual, Julio César replicó con la célebre frase: "La mujer del César no sólo debe ser honesta, sino además, parecerlo".
Esto, trasladado a nuestros tiempos, es como si en las fiestas del pueblo, se celebrase la rifa del jamón en las dependencias del secadero que tiene a bien ceder el preciado pernil, tocándole en suerte al hijo del alcalde. El hecho en si, no obstante ser fruto únicamente de la fortuna, es comprensible que pueda levantar cierta suspicacia.
Por eso, hay que tener especial cuidado cuando se circula en bicicleta por sitios de dudosa reputación. Siempre cabe la justificación de que se estaba de paso, pero, por si acaso, no está de más evitarlos.
A fe mía que el gran Cayo Julio César no hubiera aprobado lo acontecido en Emerita Augusta.