En nuestro afán por ponernos al día de
la actualidad carajill tras el periodo vacacional, corresponde dar fe de la
presencia de miembros de El Carajillo Alegre en los pasados Campeonatos de
España Máster que se celebraron en Murcia durante los días veinticuatro y
veinticinco del mes pasado. Dos fueron los carajillos que portaron orgullosos
el lema de nuestro patrocinador Enjoy Cycling ante la élite nacional de la
categoría de veteranos, toda vez que un “inoportuno” crucero por el
Mediterráneo impidió que Carlicos Ortigosa repitiera experiencia con la
selección aragonesa. Rubén “Lenguagato” y Felis fueron a la sazón los
representantes de la sacrosanta hermandad de El Carajillo Alegre en la capital
murciana en las categorías máster-30 y máster-40 respectivamente.
Felis logró clasificarse en décimo sexta
posición, tras hacer tercero en el sprint del pelotón, en una carrera muy
disputada y que tuvo en el local José David Gómez a un justo vencedor.
Ese mismo sábado por la tarde, Rubén
tomó parte en el Campeonato de su categoría con desigual fortuna que la de su
amigo. En el segundo giro al circuito, tras haber superado la selectiva subida
a la Fuensanta, tuvo lugar una caída en el seno del pelotón principal en la que
el asturiano Treceño y nuestro “Lenguagato” se llevaron la peor parte, teniendo
el desafortunado carajillo que ser trasladado en ambulancia al hospital más
cercano. Una vez allí, pudimos ser testigos de lo que puede dar de sí una
radiografía. La primera impresión del celador que trasladó a Rubén de la sala
de rayos a la habitación vaticinaba una rotura de clavícula con desplazamiento.
La cosa pintaba mal y Rubén se sumía en una profunda depresión ante lo costoso
de la presumible convalecencia. Tras el estudio de la radiografía por el doctor
de urgencias, el pronóstico era de luxación y se descartaba la rotura. Un
relajante muscular y se ponía el hombro en su sitio. El estado anímico de “Lenguagato”
subía como la espuma y ya preveía, incluso, que en tres o cuatro días estaba de
nuevo en la carretera entrenando. Cuando vuelve de nuevo el doctor para
reubicar el hueso desplazado, al imponer sus manos sobre la zona maltrecha, se
cerciora de que no es tal la luxación y todo el dolor se achaca al golpe
recibido en la zona. Rubén no cabe en sí de gozo y su única preocupación pasa a
ser únicamente el estado en el que habrá quedado la bici tras la caída. No
obstante, todavía quedaba la opinión del traumatólogo de guardia que nada más
entrar en la habitación y escrudiñar la radiografía, determinó que teníamos
ante nuestros ojos una clarísima fractura del acromion. El ánimo de nuestro
amigo, como si de un vagón de una montaña rusa se tratara, cae en picado de
nuevo. La historia termina con un nuevo diagnóstico, una vez en Zaragoza, que evidencia
una pequeña fisura de la escápula. Opiniones médicas dispares aparte, lo
verdaderamente cierto de toda esta historia es la lamentable mala fortuna de
Rubén en una carrera a la que llegaba en un excelente estado de forma, tal y
como había evidenciado en las citas más recientes, y que se encargaba de
recordar constantemente desde la camilla con el típico y manido “C.L.B.Q.I.” (¡Con
lo bien que iba!).