Allá por el lejano siglo XIII, Alejandro de Hales y Hugo de St. Cher apuntaron a la existencia de un capital espiritual procedente de los méritos excedentes que procedían de Cristo y de las buenas obras de los santos que no los habían necesitado para salvarse. Dicho capital celestial se denominó El Tesoro de Méritos y era accesible a los fieles mediante entrega específica del papa. Dependiendo de si la indulgencia concedida por éste era plenaria o parcial, el fiel se libraba de todas las penas en la Tierra y en el Purgatorio o por un espacio de tiempo que podía ir desde días hasta un milenio. Seguramente el protagonista de la historia que hoy nos ocupa, ávido de meritos suficientes para librar su alma de las cadenas espirituales a los que sus muchos pecados le han hecho acreedor, haría corto con semejante tesoro. Quizá por ello, decidió obtener indulgencia por medio de la peregrinación y, de esta manera, protagonizar la gesta carajillil de este verano lejos de la gloria que conceden aquellas que se libran con un dorsal cosido a la altura de los riñones.
Queremos creer que estas motivaciones, las estrictamente espirituales, llevaron a Rubén “Carajillín” a emprender la aventura de realizar el Camino de Santiago en bicicleta… de montamblás, eso sí. Cierto es que nos empeñamos en ignorar aquellas versiones que hablan de que todo empezó por mor de un reto espoleado por la osadía que otorgan varios pacharanes de sobremesa. Sea como fuere, lo cierto es que nuestro peregrino bicicletero, en compañía de su primo Jorge, emprendió viaje hacia la tumba del apóstol con su fe y un par de coulottes por todo equipaje. No dudamos de que dicha proeza estuvo en todo momento envuelta en un halo de espiritualidad, aunque fuera proporcionado por ciertos licores espirituosos, en no pocas ocasiones. Pero lo cierto es que Rubén volvió del Camino mejor persona y mejor cristiano, lo cual nos lleva al convencimiento de que la empresa ha merecido la pena.
Cuando llegó a Montañana tras su peregrinación, henchido de espiritualidad, sus primeras palabras fueron: “Voy a devolver al camino todo lo que el camino me ha dado”… No sabemos a ciencia cierta lo que quiso decir, pero sí podemos asegurar que cuando un amigo vuelve del camino viene más “It’s the final countdown (ninonino)”.