Nectalí recorría las calles de Graus tras sus perennes gafas de sol de pasta negra. Parecía cabizbajo, como si contemplase sus propios pasos, pero se podía adivinar que sus ojos estaban cerrados. De poco le valía abrirlos. Un leve tintineo de su frágil bastón blanco, rozando el pavimento, servía de jovial prólogo a su llegada. Bien pudiera parecer que lo llevaba como un adorno típico de su condición, pues su paso firme y decidido delataba que se conocía cada rincón del pueblo con tal precisión que hacía asaz inútil el enjuto utensilio. Al poco de amanecer por la calle, si ésta era principal, se llevaba a los labios un pequeño altavoz y recitaba de memoria, con una voz clara y ligeramente aflautada, lo que el alcalde tenía a bien hacer saber a sus vecinos.
Eran otros tiempos. Tiempos que a menudo se antojan lejanos, pues el que esto escribe peina alguna cana. No muchas, en honor a la verdad, pero alguna. No obstante, me atrevería a decir que Nectalí ha sido el mejor pregonero que yo he visto por las calles de la Muy Ilustre Villa de Graus. Realizó su trabajo durante muchos años y ya hace muchos otros que se jubiló. Nunca hablé con él, por lo que apenas conozco algo de su vida, pero sin ningún temor al equívoco les puedo asegurar que no necesitó licenciarse en periodismo, para desempeñar de una manera intachable su oficio. Sin embargo, y a tenor de lo que nos ofrecen los medios hoy en día, se hace imprescindible dicha carrera para poder trabajar de pregonero en empresas de comunicación afines a una determinada corriente política que a su vez es rehén de favores económicos prestados por un grupo empresarial que controla a aquellas. Salvo excepciones que por extrañas no dejan de ser honrosas, esos profesionales de la prensa con nómina secuestrada por determinados intereses, han cambiado el altavoz, como el que llevaba Nectalí por las calles de Graus, por un micrófono, un teclado o una cámara.
La prensa deportiva, no es ajena al negocio y tiene asumido que no es inteligente a la hora de asegurar el avío, morder la mano que se lo suministra. Decía una máxima periodística que la realidad no debe nunca estropear una buena noticia. Y a fe que la misma se contempla con extraordinaria veneración. Permítanme que arrime el ascua a la sardina que tengo como mía y sirva de ejemplo la pulcra higiene informativa de una cadena televisiva tomada al azar, pongamos Antena 3. Durante tres semanas consecutivas, bajo la canícula del mes de Julio, sus informativos saciaron el interés de la audiencia deportiva con transcendentales entrenamientos de pre-temporada de aquellos que juegan al balón. Ni una sola referencia, ni tan siquiera oral, al ganador diario de uno de los eventos deportivos más importantes que se dan cada año, el Tour de Francia. Mas cual fue la sorpresa del sufrido aficionado al ciclismo, cuando dichos informativos tuvieron a bien abrir con una noticia del deporte de la bici, incluso colándola por delante de las de los balones. Mikel Astarloza tenía el supremo honor de aparecer en el tabloide televisivo como noticia preeminente. Silencio absoluto sobre una victoria en la prueba por etapas más importante del Mundo, luz y taquígrafos para un positivo en un control anti-doping. Uno que no entiende mucho de ética periodística, la verdad, se pregunta hasta qué punto tiene autoridad moral un medio que ningunea a un deporte, para dar unas noticias sobre el mismo y otras no. Máxime cuando es el principal accionista de le empresa que organiza la Vuelta Ciclista a España, a la que desprecia en sus reseñas periodísticas durante su celebración.
Por cierto, en breve deben dilucidar, los sesudos miembros del COI, si Madrid es merecedora de albergar unos JJOO. El pueblo madrileño, cual si reviviese aquel 2 de Mayo de hace dos siglos, se lanza a la calle reclamando lo que cree debe ser suyo por justo derecho. Los recuerdos son esas cajas repletas de enseres que abandonamos en la falsa de nuestra memoria (Nota de E.C.A.: En Aragón, la falsa es la estancia más alta de la casa, donde se guardan cosas en desuso. Algo así como un desván). Al ver el entusiasmo de los villanos de la capital, desempolvé una imagen de hace unos cuatro años, cuando una pizpireta reportera recogía las malhumoradas quejas de varios vecinos molestos porque, por mor de la disputa de unos Campeonatos del Mundo de Ciclismo, habían tenido la osadía de cortar parte del centro de la ciudad en cuestión. El que esto escribe, en su supina candidez, se pregunta si unos JJOO son menos molestos para la vida cotidiana de la Corte. Seguramente, todo dependerá de cómo formule la pertinente pregunta la pregonera, o si prefieren periodista, antes de poner delante de los morros del madrileño de turno, el micrófono debidamente ornamentado con una esponja de color azul y un cinco, como en aquella ocasión, hace ya cuatro años.
Diego Tamayo, junto a unos compatriotas, colapsando el tráfico de La Castellana madrileña.
De todos modos, si alguien se ha molestado por este puñado de líneas esparcidas sin talento en este su blog, tenga en cuenta que todo lo hablo de memoria y, como decía Marina, el personaje de la homónima novela de Carlos Ruiz Zafón, sólo recordamos lo que nunca sucedió.