domingo, 12 de julio de 2009

El mito del Tourmalet


Ya hace muchos años, el que esto escribe, con motivo de aprobar lo que entonces se daba en llamar E.G.B., la añorada Educación General Básica, se hizo acreedor a un regalo paterno. Este no era otro que una bicicleta. La elección era difícil: había que discernir entre un modelo de bicicrós, entonces no existían las bicis de montanblás, o una de carretera, denominada de carreras. Dos conceptos distintos a la hora de entender el juego de la bicicleta.

Tras valorar los pros y los contras de cada una de las dos alternativas, la bici de carreras fue la elegida. A la hora de adquirirla, nos dejamos aconsejar por un compañero de trabajo de mi padre que era ciclista. El día que nos llevó a ver la bicicleta que mejor se adaptaba a mis necesidades, tras conocer a la que iba a ser mi primera compañera en esta aventura del ciclismo que dura hasta hoy, una flamante Menneli de color azul, nos hizo acompañarle al trastero de su casa que se hallaba no muy lejos de allí, con el fin de enseñarnos su máquina. Allí, sujeta por el manillar y el sillín de unas cuerdas que pendían del techo, se mostraba rutilante una Eddy Merckx idéntica a la que usaba el equipo Kelme por aquella época. Absorto aún con la imagen de tamaña belleza metálica, el compañero de mi padre nos contó que la semana siguiente se iban a subir el Tourmalet. Fue la primera vez que oí su nombre y supe de su existencia. Tras preguntarle que qué era el Tourmalet, sentí una gran curiosidad por ese puerto que era digno de una paliza de viaje desde Zaragoza, sólo por el placer de subirlo. Ya desde ese momento, adquirió para mí un halo mítico que ya nunca le abandonaría, sino todo lo contrario, se iría acrecentando con el tiempo.

Desde que José Luis Ibáñez, más conocido como El Caballero Negro, me nombró por primera vez al coloso pirenaico, dos veces he tenido la oportunidad de sufrirlo y disfrutarlo, ambas por la vertiente de Barèges y con el dorsal de una ciclodeportiva adornando la parte trasera del maillot, en La Bahamontes’94 y La Hubet-Arbes’97. Me quedaba, como se dice en mi pueblo, la angrucieta de subirlo por el lado de La Mongie.

Dicen los profesionales que para recibir el carnet de ciclista se debe terminar un Tour de Francia, en cambio, en el ambiente globerete, consideramos que dicha acreditación se obtiene conquistando la cima del Tourmalet. Es por ello que era perentorio que el presidente vitalicio de El Carajillo Alegre, el inefable Rubén “Carajillín”, se hiciera acreedor de este distintivo ciclista. Convirtiose esta empresa en objetivo prioritario para el orbe carajillil y escogimos la ruta Arreau-Tourmalet-Arreau para alcanzar el éxito en la misma.

En el Tourmalet, Diego marcó su propio ritmo desde el principio, lo que motivó que hiciera la ascensión sin la compañía del resto de los carajillos. Una vez arriba, comentando nuestras aventuras particulares con una Coca-Cola de lujo en el bar de la cima (lo del lujo es por el precio), Diego nos explicaba que faltando poco para coronar, uno de los incontables ciclistas a los que adelantó, tuvo la osadía de ponerse a su rueda. De todos es sabido que Dieguechu es un poco … un mucho picado y porfió durante unos metros por soltar al temerario acompañante. Según palabras textuales, iba apretando y el tío no se quedaba, pero claro, ya se sabe, esta gente en cuanto metes plato se sueltan … … … durante unos segundos, repasé mentalmente los diecisiete kilómetros de subida para intentar adivinar en qué lugar del Tourmalet se puede meter el plato grande. Por mucho que lo intenté, mis esfuerzos mentales fueron vanos, hasta que di por imposible cualquier explicación razonable y caí en la evidencia de porqué Diego Tamayo es profesional. Para él, el carnet de ciclista no se expide en la cima del Tourmalet, sino en los Campos Elíseos de la capital francesa.


Primeros kilómetros del Aspin. Un puerto precioso.


En el Aspin ya se empezaba a ver ambiente pre-Tour. Mañana, este escenario será testigo de las evoluciones de las figuras del Tour de Francia.


La grupeta de El Carajillo Alegre cogiendo altura en el Aspin.

Allá arriba ya se ve la cima del primer puerto del día, el Aspin.


Gerardo y Rubén a punto de coronar. Diego un poco más delante, ya había bajado a buscarnos.



Estamos en el Tourmalet. Esto ya son palabras mayores.


Rubén ya ha pasado La Mongie. El principio del fin.


Ultimas rampas del Tourmalet. Felis pendiente de que Rubén no le dispute los puntos del Premio de Montaña.


Gerardo, Felis, Toño y Rubén "Carajillín" en la cumbre del Tourmalet.

De vuelta, Gerardo y Rubén "Carajillín" coronando el Aspin por la otra vertiente.
Foto en el Aspin que pasa a formar parte de nuestro palmarés.


Cansados de las barritas energéticas, pasamos a las barras de pan con jamón y tomate.