jueves, 20 de septiembre de 2012

L'Ampriu: el gigante ribagorzano


Desde que allá por el año 1987 fuera incluida por primera vez en la Vuelta Ciclista a España, la ascensión a L’Ampriu, comúnmente conocida como Cerler por su proximidad al pueblo más alto del Pirineo Aragonés, adquirió la categoría de mítica. Laudelino Cubino fue el primer ciclista que inscribió su nombre en el palmarés del coloso ribagorzano. Le seguirían otros grandes apellidos de la historia del ciclismo como Delgado, Rominger, Parra o Jiménez, sin olvidarnos de los Farfán, Ivanov, Rincón, Laiseka o Piepoli que también tuvieron el honor de hollar en primera posición su cima en cualquiera de las once ocasiones en las que alguna etapa de la Vuelta a España ha finalizado en dicho enclave. Simultáneamente, la Vuelta a Aragón también incluyó este puerto como la guinda determinante de su trazado, pese a que en algunas ocasiones posteriores tan sólo se ascendería hasta la localidad de Cerler, siendo el abulense Angel Arroyo quien levantó los brazos por primera vez. Sí, aunque cueste creerlo, antaño existió una vuelta ciclista para profesionales en Aragón. Hoy se antoja una entelequia. Cosas del ProTour que ideó el inefable Manolo y sus amiguitos.


Comprenderá el lector que para quien escribe esto, de ondas raíces grausinas, por ende ribagorzanas, L’Ampriu es el puerto fetiche por excelencia. Ni Tourmalet, ni Alpe d’Huez, ni Mortirolo… Los habrá más duros, más largos, pero ninguno tiene la magia del que nos ocupa. Y si además se es “periquista”, como es el caso, la siguiente imagen ocupa un lugar privilegiado en la hornacina más elevada de mi altar ciclista.

Pedro Delgado venciendo en la cima de L'Ampriu en la Vuelta a España 1989.

Tocaba indefectiblemente organizar una carajillada con el fin de rendir homenaje al legendario gigante aragonés. Como quiera que el Training Camp organizado días atrás en Graus había dejado un inmejorable recuerdo en nuestra memoria, volver a degustar las exquisiteces de la gastronomía grausina era el reclamo ideal para hacer rodar nuestras bicicletas por la Ribagorza de nuevo. En una mañana con una climatología perfecta para la práctica de nuestro deporte favorito, amparados por la imponente silueta del Turbón, nos adentramos entre las verticales paredes del Congosto de Ventamillo hasta El Run, donde el valle se abre a la luz y nos regala imágenes de la presencia de algunos de los grandes dioses líticos del Pirineo Aragonés.

Congosto de Ventamillo.

L’Ampriu era el plato estrella de nuestro festín ciclista, pero un buen menú que se precie no descuida los entrantes. A tal efecto, hicimos boca con la ascensión a El Solano. Un pequeño “Laberouat” ribagorzano, salvando las lógicas distancias, que bien sirve para tensar los músculos de cara al posterior esfuerzo por las inmediaciones de Cerler. La vetusta carretera de El Solano, en la actualidad remozada en su vertiente sur, nos ofrece una bella panorámica del valle a costa de la altura que nuestras maltrechas piernas van ganando en los seis kilómetros que tiene la subida por Liri. Al paso por esta localidad disfrutamos de una agradable sorpresa no inferior al veinte por ciento de inclinación. El posterior discurrir por Ramastué o Eresué se antoja un regalo para los sentidos antes de descender precipitadamente a Sahún o Saún.

¡Vaya Caricas! En este punto donde aprovechamos para, con la excusa de la foto, hacer un descansico, finaliza la ascensión propiamente dicha. A partir de aquí “cresteamos” por El Solano disfrutando de unas impresionantes panorámicas del Valle de Benasque /Ball de Benás.

Atravesamos Ramastué/Remastué, a unos mil cuatrocientos metros de altitud, donde apenas viven una docena de habitantes.

Benás, también conocido por los que hablan castellano como Benasque, se tiene por el comienzo de la subida a L’Ampriu, mas es un par de kilómetros más adelante, en un desvío a la derecha, donde empiezan los doce de ascensión propiamente dicha. Una carretera en perfectas condiciones, donde los bicicleteros agradecemos el detalle de la empresa pública Aramón a la hora de señalizar cada hito kilométrico con la altitud y el desnivel que nos espera en los próximos mil metros.

Como se puede observar, la naturaleza despierta los más básicos instintos.
 
Liri / Llire es uno de los pueblos más hermosos de la zona, con sus empinadas calles y sus bien conservadas casas. Al llegar al centro del pueblo encontramos la iglesia que posiblemente en origen fuera una fortaleza, frente a la cual, recomendamos colocar la cadena en el piñón con más dientes que llevemos.

Carlicos y Rubén rodando junto a las cristalinas aguas del embalse de Linsoles.

A nuestras espaldas dejamos el congosto de Ventamillo y el macizo del Turbón.

El Solano recibe este nombre por ser una de las zonas más soleadas del Valle de Benasque/Ball de Benás. Sus pueblos se han mantenido al margen del desarrollo turístico del fondo del valle y continúan conservado unas formas de vida muy cercanas a las que existían hasta hace muy pocos años en toda la comarca.

Desde la carretera del Solano, disfrutamos enfrente de una maravillosa vista de la sierra de Chía.
  
Alcanzamos el circo de L’Ampriu escoltados por las imponentes moles de Poset o Ixeya, entre otras.

Obligada foto bajo la atenta mirada de Gallinero, Basibé o Castanesa.




Bueno, hasta aquí el relato de la baruca bicicletera de unos carajillos sin nada mejor que hacer que ir por ahí a gastar cubiertas en periodo vacacional. Unas peripecias que apenas interesarán a los propios implicados, ciertos amigos, sufridos familiares, vecinos y, si me apuran, a alguno de Villarcayo. Si el paciente y sufrido lector tiene menos de dieciocho años, le agradeceríamos que cerrase esta página y buscase por la red alguna otra con contenidos acordes a su edad. Si por el contrario, usted que lee esto ya tiene edad para votar, le invitamos a que siga con nosotros sin ningún reparo moral y le plantearé la siguiente cuestión: ¿Cuántas posibilidades matemáticas hay de que una vez subido L’Ampriu y puestos en contacto con una amigo de la zona, con la intención de hidratarnos en su compañía en la localidad de Villanova, aparezca en bicicleta y nos acompañe en nuestro refrigerio una modelo erótica en un rincón perdido del Pirineo Aragonés?. Pues sí. Por una vez los números y la casuística se alinearon en nuestro bando, merced a lo cual pudimos disfrutar de la compañía de la simpática y espectacular Nilda Ayala.