jueves, 19 de abril de 2012

De Cella a la Plana de Uesca



En mi pueblo lo llaman o llamaban, que ya se antoja un tanto anacrónico lo que les voy a contar, “escunxuradó”. Probablemente, si el lector no está muy familiarizado con el aragonés, lo habrá oído denominar “esconjuradero”. Un lugar destinado a esconjurar para rechazar las tronadas e, incluso, las plagas que pudieran perjudicar a los campos. En Graus, cuando se acercaba una tronada a la villa, se sacaba el Santo Cristo y se subía el escunxuradó. Una vez allí, y entre rezos, el cura iba haciendo girar el Cristo en la misma dirección en que se movía la tormenta. De esta forma, se hacía caso a San Vicente Ferrer, quien predestinaba que haciendo esto la tormenta no dañaría los campos. Sin duda, la era tecnológica en la que vivimos ha condenado al olvido prácticas que no por carentes de base científica, merecen que su efectividad sea cuestionada. Y si no, a más de uno le hubiera gustado tener a mano un Mosén Bruno Fierro, insigne sobrarbense afamado en las artes de esconjurar, para espantar la pedregada, en ocasiones nevada, durante la celebración del X Memorial Olegario Gari que tuvo lugar en la población turolense de Cella.



Y es que los elementos se aliaron para descargar en las inmediaciones de la patria chica de Juan Lanzuela todo lo habido y por haber. Aunque para ser fieles a la verdad, diremos que durante intervalos de tiempo, lo cual daba cierta tregua a los maltrechos y ateridos cuerpos de los setenta ciclistas que se dieron cita en una carrera que este año estaba abierta a todas las categorías del Master Pro-Tour. La carajillada ya tuvo un aviso durante la preceptiva ingesta del café pre-competitivo, sin el cual sería imposible hacer desplazarse a una carrera de bicis a Gerardo “Museeuw”, que aconteció en localidad de Calamocha. Miradas preocupadas, entre sorbo y sorbo de café, que observaban como el cielo descargaba pelotas de hielo al otro lado de la ventana del bar. Aquello parecía Mordor, en lugar de Teruel.


Quiso el clima dar un respiro a los carajillos mientras se pertrechaban para la aventura que iba a acontecer. Incluso no dudaron en aceptar de buen grado el Red Bull que les ofreció una simpática joven instantes antes de la carrera, mientras esperaban inquietos el “pistoletazo” de salida, quizá por aquello de que la famosa bebida tiene fama de conceder unas hermosas alas a quien la degusta. No fue menester el uso de dichos apéndices. El viento se encargó de hacerles volar caprichosamente, no siempre en la dirección deseada.




La carrera de bicicletas deparó la confirmación de las buenas maneras de Carlicos “Bombardero” Ortigosa que pisó su primer podio carretero, logrando un segundo lugar en Máster-30 y el quinto en la general, luego de formar parte de la madrugadora escapada del día. Gerardo y Felis también lograron una segunda plaza en sus respectivas categorías y, para no tener que lavar el maillot, fueron agasajados con el de líder de la Copa Aragonesa Máster que lucirán en Calatorao. Rubén “Carajillín”, como siempre, dando mal y haciendo comer hierba al personal en los últimos kilómetros. Cera y Rubén “Lenguagato”, no muy dados a rodar con frío, decidieron aprovechar el paso intermedio por Cella para acercarse al coche a por ropa… y ya, de paso, se quedaron allí. A Dani le dejamos ganar la carrera por pesado.


Estos tres llegaron tarde a misa de Nozito.



Al día siguiente, tres carajillos con el talento justo para llegar al final del día, por aquello de que tenían que entrenar para la inminente Vuelta a Madrid, decidieron ir a subir y bajar cuestas por las inmediaciones de la capital oscense. Ajenos a los inclementes azotes del violento Cierzo, se adentraron por la cara norte de la Sierra de Guara, acompañando en sus primeros pasos al río Guatizalema, con la esperanza de esquivar los rigores eólicos, pero bajo la amenaza, en ocasiones, de unas nada tranquilizadoras nubes.



Pereza, mucha pereza en los albores de dicha excursión ciclista. Mentalización frente a un humeante café con leche (muy largo de café) y unas sugerentes magdalenas para afrontar lo que después sería una agradable y divertida mañana en bici. Rubén, todavía presa de un impertinente resfriado, estuvo animado constantemente por las palabras reconfortantes de Carlicos que llevaron a una disertación filosófica sobre la relación espacio-temporal que acontece en un minuto al final de un puerto. Me explico. Pues resulta que iba chemecando Rubén “Lenguagato” a consecuencia del infernal ritmo impuesto por Felis en las exigentes rampas del Monrepós, pese a que éste aseguraba que iba a la marcheta, cuando Carlicos, todo bondad el mozo, quiso animar al de San Mateo diciéndole: “Venga, Rubén, que sólo te queda un minuto”. Inmediatamente, Felis, pensó para sí: “Este Carlicos o es un carnuzo que está engañando vilmente a Lenguagato o no tiene ni puñetera idea de donde termina este puerto”. Pensamientos que el sujeto paciente del mismo, léase Rubén, amplificó de viva voz: “¡Y una p**** m*****. De cojón me queda sólo un minuto!”. La bajada siguiente y posterior llaneo, en busca de la próxima cuesta, fue amenizada por un interesante debate sobre el significado y el concepto de lo que viene siendo un minuto o, en su defecto, sesenta segundos.


Peleando con el chaleco.


Posando en Santolarieta.


Carlicos al paso por Sabayés.


Al amparo de la cruz en Nozito.


Carlicos, después de la paliza del día anterior en Cella, prefiere posar sentadico.